Los padres de uno de los menores de Almendralejo: «Nuestro hijo no es ningún delincuente pero sí ha jugado con una pistola»

0 97

Una tarde de domingo normal y corriente. En casa. En familia. La madre, en cierto momento, recibe una llamada: «¿Has visto esto? ¿Sabes si tu hijo ha hecho algo?», son las palabras que escucha al otro lado del teléfono. «Yo nada más cuelgo voy a buscar al niño. Me puse descompuesta y empecé a preguntarle que qué había hecho, que de dónde venían esas fotos».

Este es el relato que hace la madre de uno de los niños implicados en el caso de los ‘desnudos’ de niñas con Inteligencia Artificial (IA) en Almendralejo, que estalló el pasado domingo, día 17, después de que la ginecóloga, divulgadora y madre de una de las niñas afectadas, Miriam Al Adib, revelara el caso en sus redes sociales y El Periódico de Extremadura, del grupo Prensa Ibérica, lo publicara en su edición digital ese mismo día. Ha pasado una semana desde que el suceso saltara al foco mediático nacional -e incluso internacional- y evidenciara la falta de control en el uso de las tecnologías que hacen los jóvenes y también de educación sexo-afectiva de los chavales: «Nuestro hijo no es ningún delincuente, ni ningún monstruo, pero sí ha jugado con una pistola. El chico es muy manipulable, tienen una edad en la que quieren encajar, ser uno más, como los otros, y no fue consciente de que el juego y la broma no era ningún juego ni ninguna broma», dice el padre, quien no para de pensar que «justo unos días antes» le había dejado sin el control parental en el móvil: «Como tenía límite de tiempo, me insistió en que se lo quitara, solo para aquella tarde», rememora. «En la maldita hora que este niño ha cogido el móvil», justo interviene la madre.

Estos padres, de quienes este periódico no va a revelar sus identidades para preservar la privacidad del menor, no quieren justificar ni exculpar las acciones de su hijo, pero sí visibilizar el sufrimiento que el caso también ha supuesto para las otras familias: «Esto ha sido una lección para todos: para los niños, para las niñas y para los padres», dice él. «El niño está muy arrepentido. Yo lo sé como madre. Él se levanta con ojeras, con los ojos hinchados de llorar. Nuestra casa no es la misma desde ese domingo. Hemos estado sin dormir, sin comer. Yo me he ido a pasear horas y horas, pero entre las viñas, porque no quería ni ver a la gente. Y sigo teniendo mucha rabia dentro, hemos echado lagrimones como puños», cuenta la madre. «Es muy duro entrar con tu hijo en la comisaría y ver cómo le leen los derechos», narra.