Toy Story 4
El universo de entretenimiento, aventura y emociones de los juguetes parecía agotado tras el emotivo traspaso de «poderes» de Andy a la niña Bonnie (o de la caída en desgracia de John Lasseter, quizá el mayor genio de la animación desde que hibernaron a Walt Disney), pero no tarda ni unos minutos en quedar evidente que el vaquero Woody y su vitalista compañía de muñecos, cachivaches y chismes son un pasto inagotable y fabuloso para conmover todos los resortes internos del ser humano en cualquiera de sus formatos, del más pequeño al más grande.
Igual que se ha dicho en numerosas ocasiones que en la Biblia y en los «Padrinos» está Todo, en este «Toy Story 4» rezuma la sensación de que no falta Nada…, el vaquero Woody es la reencarnación de un personaje de Howard Hawks, de una integridad absoluta y de una profesionalidad total: la honradez, el sentido del deber, de la fidelidad, de la pertenencia, su entrega, valor, generosidad…
Su relación (a la baja) con Bonnie, su aceptación sin resquemores ni vilezas de su progresivo arrinconamiento en el interés de su niña, su adiestramiento y preocupación para que su nuevo juguete preferido, el increíble e improvisado Forky, sea consciente de su gran responsabilidad, junto a las «voces interiores» de Buzz Lightyear, los nuevos muñecos, como el motorista Duke Caboom o los diabólicos muñecos de ventrílocuo, conforman esta cuarta maravilla en la que «lo pequeño» es tan sonoro y emotivo como espectacular, divertido y aventurero es «lo grande».